Entintados de Silencio
Estoy aquí, sentada, con todas mis palabras
como una cesta de fruta verde, intactas.
Los fragmentos
de mil dioses antiguos derribados
se buscan por mi sangre, se aprisionan, queriendo recomponer su estatua.
De las bocas destruidas
quiere subir hasta mi boca un canto, un olor de resinas quemadas, alg{uin gesto de misteriosa roca trabajada.
Pero soy el olvido, la traición, el caracol que no guardó del mar
ni el eco de las más pequeña ola.
Y no miro los templos sumergidos;
sólo miro los árboles que encima de las ruinas mueven su vasta sombra, muerden con dientes ácidos el viento cuando pasa.
Y los signos se cierran bajo mis ojos como la flor bajo los dedos torpísimos de un ciego. Pero yo sé: detrás de mi cuerpo otro cuerpo se agazapam y alrededor de mí muchas respiraciones
cruzan furtivamente
como los animales nocturnos en la selva.
Yo sé, en algú lugar, lo mismo que en el desierto el cactus, un constelado corazón de espinas
está aguardando un hombre como el cactus la lluvia.
Pero yo no conozco más que ciertas palabras
en el idioma o lápida
bajo el que sepultaron vivo a mi antepasado.
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