Encargo

A ti, lector@ cómplice obsequio este loco mar de versos para tu bolsillo...

lunes, 23 de julio de 2012


ASÍ HABLÓ CARASUCIA

Nur narr nur dichter



1

Compartí durante mucho tiempo mi morada terrenal con un perro y un gato, y su conducta tan divergente me intrigó sobremanera. Un amigo filósofo, consultado al respecto, no me sacó de mi perplejidad, por el contrario la incrementó considerablemente cuando me dijo eso, es que el perro es un empirista irredento, atenido exclusivamente a sus sensendata, y en cambio el gato es un idealista trascendental de corte neokantiano.

2

Otro amigo, economista con gran solvencia económica, opinó que todo se reduce a un problema de oferta y demanda. Según lo que alcancé a comprender, el perro es un oferente, sobre todo de afecto, y el gato un demandante, sobre todo de leche fresca y ultramarinos caros, lo cual puede ser aceptado con ciertas reservas, por ejemplo, en el sentido de no confundir al felino, dadas sus reconocidas características de selectividad y discernimiento, con un consumista vulgar.

3

El gato está investido de libertad, independencia, autonomía. Esboza a través de sus llameantes y bien decorados ojos, una evidente voluntad de poder, es dogmático y pretende estar al día en todo. Si tuviera oportunidad de ropa, ésta sólo la usaría siendo importada (o cuando menos de fayuca evidente). El perro en cambio, es un animal comprometido con la sociedad civil, en realidad de extrema izquierda, aun cuando esta condición se nos oculte bajo su ostensible respeto a las instituciones domésticas, dejando de lado definitivamente, a los malintencionados que lo adscriben a la línea política del partido oficial, debido a su inocente tendencia a dirigirse siempre al sol que más calienta.

4

También, aunque ustedes lo duden, tengo un amigo teólogo, que enredó más el asunto insinuándome que el gato no es sino un ángel caído, arrojado desde el empíreo hasta la vecindad de los fogones terrenales, condenado a compartir con las siervas de los humanos, la ubicación de la escala ontológica y aun el nombre genérico. Todo ello como castigo a una diabólica arrogancia que le inducía, allá arriba, a ocuparse exclusivamente de lamer y relamer su peluda belleza, con notorio desdén para la bienaventura pero diligente y laboriosa comunidad celestial.

5

Yo respeto mucho esta última consideración, pero desde luego la califico de improbable, sobre todo cuando observo, con mal disimulada envidia, la enorme facilidad del gato para evitar todo lo que pueda desestabilizarlo, al recorrer las soberbias alturas de los tinacos en la azotea.

6

Más convincente me parece la tesis que mi amigo desarrolla en relación con el perro, la cual lo aboca esperar tranquilo las trompetas del Juicio Final, pues está destinado, en la ya no tan lejana consumación de los siglos, a echarse confiado por toda la eternidad, a los pies pero a la diestra del señor.

P.D.

El perro acapara elogios por su innegable inteligencia, pero en el fondo, siempre será un analfabeta funcional. En cambio, yo no descarto del todo mi esperanza de que el gato aprenda algún día a Baudelaire, y aun escribir, si así le place.

Ramón Rodríguez

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