Las narraciones de Chejov parten de Turgueniev y del realismo clásico. Se consideraba a sí mismo realista y se ocupó de la exactitud y la precisión en sus observaciones, sus relatos están escritos de manera impresionante y se basan en detalles simbólicos elegidos. La acción esta implícita o se habla de ella en lugar de presentarla. Los hombres taciturnos de sus historias son ciudadanos comunes que difícilmente saben que hacer con su vida y que se resignan a la rutina de una insípida existencia sin sentido. Habitualmente viven en un pueblo olvidado, beben vodka, juegan a los naipes, chismorrean, siente asco por la semejanza de los días y de las noches, pierden toda capacidad para una emoción fuerte o para un trabajo productivo. Influido por las enseñanzas morales de Tolstoi aceptaba la no-resistencia al mal por la violencia.
En 1890, después de un viaje hacia un penal de Sajalin, abandonó tal doctrina y volvió afirmar el valor de la lucha y una creencia en el liberalismo. Citando el cuento "Las grosellas" donde contradice al cuento didáctico de Tolstoi titulado "¿Cuánta tierra necesita un hombre?" diciendo:
< Se acostumbra afirmar que un hombre solo necesita 7 pies de tierra. Esto sin embargo, bastaría únicamente para un cadáver. Un ser humano necesita mas de 7 pies, mas de una posesión completa: necesita el mundo entero >.
La obra de Chejov está situada en la corriente del realismo, pero sus cuentos y dramas absorben diversos recursos del simbolismo y de la narración poética, a partir de viejas tendencias. Por eso el objetivo de sus obras es el retrato realista de sus personajes, a partir de la sugerencia poética. De esta manera innovó en la literatura rusa de entonces y aún en nuestros días sus obras no sólo son una fuente de modelo a seguir, sino fuente de inspiración.
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Joseph Cuscó - Dama con perrito - |
Aquí un breve fragmento del cuento "La dama del perrito" para iniciarse en la aventura de su prosa...
"Un nuevo personaje había aparecido en la localidad: una señora con un perrito. Dmitri Dmitrich Gurov, que por entonces pasaba una temporada en Yalta, empezó a tomar algún interés en los acontecimientos que ocurrían. Sentado en el pabellón de Verney, vio pasearse junto al mar a una señora joven, de pelo rubio y mediana estatura, que llevaba una boina; un perrito blanco de Pomerania corría delante de ella.
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Después la volvió a encontrar en los jardines públicos y en la plaza varias veces. Caminaba sola, llevando siempre la misma boina, y siempre con el mismo p"errito; nadie sabía quién era y todos la llamaban sencillamente «la señora del perrito».
«Si está aquí sola, sin su marido o amigos, no estaría mal trabar amistad con ella», pensó Gurov.
Aún no había cumplido cuarenta años, pero tenía ya una hija de doce y dos hijos en la escuela. Se había casado joven, cuando era estudiante de segundo año, y por entonces su mujer parecía tener la mitad de edad que él. Era una mujer alta y tiesa, de cejas oscuras, grave y digna, y como ella misma decía, intelectual. Leía mucho, usaba un lenguaje rebuscado, llamaba a su marido no Dmitri, sino Dimitri, y él en secreto la consideraba falta de inteligencia, de ideas limitadas, cursi. Estaba avergonzado de ella y no le gustaba quedarse en su casa. Empezó por serle infiel hacía mucho tiempo -le fue infiel bastante a menudo-, y, probablemente por esta razón, casi siempre hablaba mal de las mujeres; y cuando se tocaba este asunto en su presencia, acostumbraba llamarlas «la raza inferior». Parecía estar tan escarmentado por la amarga experiencia, que le era lícito llamarlas como quisiera, y, sin embargo, no podía pasarse dos días seguidos sin «la raza inferior». En la sociedad de hombres estaba aburrido y no parecía el mismo; con ellos se mostraba frío y poco comunicativo; pero en compañía de mujeres se sentía libre, sabiendo de qué hablarles y cómo comportarse; se encontraba a sus anchas entre ellas aunque estuviese callado. En su aspecto exterior, su carácter y toda su naturaleza, había algo de atractivo que seducía a las mujeres predisponiéndolas en su favor; él sabía esto, y diríase también que alguna fuerza desconocida lo llevaba hacia ellas..."